El siglo XVIII europeo se constituye en un momento crucial; la revolución científica, el inicio de la industrialización y el asentamiento del racionalismo como producto del movimiento ilustrado son sus rasgos más destacados.

En este sentido, es fundamental el uso de la razón como piedra angular para la interpretación de lo real. Los valores ilustrados, el nacionalismo, la fraternidad y un exacerbado sentimiento individual e imperialista, contribuyeron, junto con el avance tecnológico, a crear un ambiente cultural que dio paso a la posteriormente llamada Modernidad.

En primer término, cabe atribuir al ambiente ideológico, artístico y literario de la segunda mitad del siglo XVIII un inusitado interés por la ciencia; un interés que contribuyó en gran medida al redescubrimiento de la naturaleza y su relación con el ser humano.

Como fuentes de influencia podemos destacar a Jean Jacques Rousseau, con sus ideas de retorno a la naturaleza, o la del movimiento Sturm und Drang y en especial la figura de Johann Wolfgang von Goethe cuyas obras tienen en la naturaleza el marco de acción de sus personajes.

Progresivamente, el mundo se hizo más amplio y, a su vez, comenzó a empequeñecerse. El ansia por conocer la naturaleza llevó a exploradores, viajeros, comerciantes, diplomáticos, espías y sabios a intentar alcanzar, materializar y cuantificar todo territorio posible. Todos se sintieron capaces de abarcar el planeta a través de la razón.

El proyecto ilustrado basado en la Historia Natural consistió en la sistematización de conocimiento a través de la clasificación. Pretendía abarcar toda la superficie terrestre, cuantificando, especificando y ordenando todos los elementos de la naturaleza.

La principal aportación a este campo de conocimiento fue la del naturalista Carl von Linné (también conocido como Linnaeus o Linneo), cuyas obras clave Systema Naturae (1735) y Species Plantarum (1753) suponen el principal referente en la manera de construir y clasificar las especies naturales.

El sistema linneano propone una clasificación descriptiva de los elementos según sus aparatos reproductores y supone la clasificación de todas las especies ordenadas alfabéticamente. Es a estas obras a las que la ciencia occidental les debe la nomenclatura normalizada que asigna a las plantas el nombre de su género, seguido por su especie y detalles específicos.

El uso del latín para la nomenclatura de la especie, fue precisamente el factor globalizador que propició su gran recepción a nivel continental. En la segunda mitad del siglo XVIII, su taxonomía ya estaba implantada en toda Europa y surgió una importante corriente de numerosos discípulos de Linneo que se lanzaron a recolectar, medir, anotar y dibujar el planeta en un gran proyecto global de clasificación.

Con la catalogación de la naturaleza ésta se volvió narrable. La sistematización a través de la historia natural permitió que la difusión de información y conocimiento, fruto de las expediciones científicas, pudiera hacerse de forma ordenada. En la literatura de viajes, la ciencia vista y narrada por los ilustrados empezó a viajar, difundiéndose a través de las fronteras.

Mutis, sacerdote español afincado en el virreinato de Nueva Granada, la actual Colombia, estudió minuciosamente la botánica tropical, creando cerca de seis mil láminas que también maravillaron a otros contemporáneos y compañeros suyos, como Alexander von Humboldt o al mismo Carl von Linné.

Pasó 25 años dirigiendo un equipo de más de 20 dibujantes que recogieron, dibujaron y clasificaron y miles de especies vegetales y animales. Sus dibujos muestran una increíble calidad artística y científica y son de inconmensurable interés histórico.

Su colección, perteneciente a la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada(1793-1817), es una de las más representativas de la iconografía botánica americana del siglo XVIII y un referente a nivel mundial. En su época obtuvo un gran reconocimiento y, a día de hoy, nos permite observar los dibujos tal y como los artistas y naturalistas los reprodujeron, dándonos una idea de cómo entendía la ciencia ilustrada el estudio de la naturaleza.

La vasta colección de láminas alberga casi 8000 dibujos. Pese a su carácter científico, su delicadeza y minuciosidad les proporciona una estética especial entre la Ciencia y el Arte. Este tipo de ilustraciones, pronto empezarían a comercializarse para decorar las estancias de la burguesía emergente y, actualmente, todavía nos fascinan con su belleza.

No son sólo el producto de un estudio estructurado sino auténticas composiciones artísticas que destacan por su simetría y una técnica cromática muy refinada ¿Estamos ante obras de arte o ilustraciones científicas? Depende del ojo que las observe.

El Jardín Botánico, gracias un maravilloso proyecto que se inició en 2008, nos permite ver las láminas de Mutis desde cualquier parte del planeta. Hoy os animo a hacerlo.

Descubre sus dibujos en el jardín botánico
Publicado en ImagoScientia

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