El café: ¿veneno o superalimento?

Aunque el origen del café se localiza en la actual Etiopía, fue en el año 800 D.C. cuando los árabes empezaron a reemplazar aquellas bebidas espirituosas prohibidas por el café en los eventos sociales. Con los años esta costumbre fue propagándose alrededor del mundo por sus propiedades estimulantes, primero en la India, luego en Europa y ya en el siglo XVII en el territorio americano (1).Debido a su gran popularidad, muchos países hicieron del cultivo del café uno de los pilares básicos de su economía llegando a considerarse una de las bebidas más importantes y consumidas del mundo(Imagen 1: El consumo del café en el mundo. Fuente: El auténtico café)Es sabido que el consumo de café posee tanto beneficios como efectos negativos en la salud y en el rendimiento cognitivo. Este hecho ha provocado que el café sea protagonista indiscutible en numerosos debates nutricionales dándose el caso de que dependiendo de la tendencia nutricional del momento se aconsejase o se prohibiese su consumo. Sin embargo, al igual que casi todo en esta vida, hay una amplia escala de grises con respecto a su consumo que veremos a continuación.

¿Qué es el café?

El café es la bebida elaborada a partir de la infusión de las semillas de los cafetos (Coffea spp.), un género de plantas de tipo arbusto de la familia de las rubiáceas (Imagen 2: Dibujo Coffea arabica. Fuente: Panamá y su historia).

A pesar de la existencia de unas 25 especies, las más explotadas económicamente son la Coffea arabica (café arábigo) y la Coffea canephora (café robusta) que representan el 80-90% y el 10-20% de la producción mundial de café respectivamente (2). Esta bebida posee un aroma agradable y un sabor amargo.

El café está formado por más de mil sustancias químicas entre las que podemos destacar la famosa cafeína, los ácidos clorogénicos y los diterpenos cafestol y kahweol (3).

Saco de café

La cafeína: nutriente sí, pero también droga

La cafeína (1,3,7-trimetilxantina) es un polvo incoloro, inodoro y el responsable principal del sabor amargo del café. La cafeína, al igual que el resto de las metilxantinas, son sustancias químicas que actúan como antagonistas competitivos sobre los receptores de la adenosina provocando el aumento de los niveles de AMPc y GMPc y la activación de los canales de potasio además de la inhibición de la fosfodiesterasa y de los canales de calcio. Como resultado, la cafeína provoca en el cerebro una liberación de numerosos neurotransmisores entre los que se encuentran la acetilcolina, la dopamina, la noradrenalina, la serotonina, el glutamato y el ácido gamma-aminobutírico (GABA) potenciando así las vías dopaminérgicas (2).

Debido al ya citado mecanismo de acción la cafeína es considerada un psicoestimulante, pues activa de forma general al Sistema Nervioso Central ya que produce el aumento de los niveles de noradrenalina. Este hecho provoca las ya conocidas sensaciones de alerta, el incremento de la atención y la reducción de la fatiga y el cansancio que experimentamos tras una buena taza de café (2).

Además de estos efectos tan seductores para los estudiantes la cafeína también es una bebida muy recurrida por los deportistas ya que además de mejorar la función respiratoria por su actividad broncodilatadora, es un potente vasodilatador muscular lo que aumenta el rendimiento físico y disminuye la fátiga muscular (2).

A pesar de estos beneficios tan atractivos, es importante remarcar el hecho de que la cafeína también incrementa la liberación de la dopamina en el circuito cerebral de recompensa, acción estrechamente relacionada con el mecanismo adictivo de numerosas drogas. Este circuito es un sistema indispensable para la supervivencia ya que aporta la motivación necesaria para la realización de ciertas acciones regulados por la dopamina.

Además, se ha demostrado que al privar de cafeína a individuos acostumbrados a dosis altas se produce el llamado síndrome de abstinencia caracterizado por fátiga, ansiedad, somnolencia, depresión, náuseas y/o vómitos (2).

Los ácidos clorogénicos: posible anticancerígeno y antioxidante.

Los ácidos clorogénicos son derivados del ácido cafeico del ácido quínico y son conocidos principalmente por su poder antioxidante (3). En el café podemos encontrar más de 40 ácidos clorogénicos según la especie y la variedad siendo los ácidos cafeoíl- quínicos los que se encuentran de forma mayoritariaen los granos de café (4).

Estás sustancias han ganado popularidad no solo por su actividad antioxidativa sino por sus posibles efectos anticancerígenos. Dichos efectos han sido estudiados in vitro y de momento no se han conseguido datos concluyentes en humanos, aunque en animales ha dado resultados significativos (5).

El Cafestol y Kahweol y su actividad anticancerígena

El Cafestol y el Kahweol son dos diterpenos con una interesante acción anticancerígena. Dichos diterpenos provocan una serie de efectos bioquímicos que provocan una reducción de la genotoxicidad de ciertos carcinógenos como los hidrocarbonos aromáticos policíclicos (PAHs) involucrados, por ejemplo, en el cáncer pancreático(6).

El consumo del café y la salud

A pesar de su componente adictivo y de la mala fama que en ocasiones precede al café, numerosos estudios epidemiológicos han mostrado que el consumo de café evita el desarrollo de ciertas enfermedades (3):

En consumo de café diario está inversamente relacionado con el desarrollo de cirrosis, sobre todo del tipo alcohólica. Este hecho es debido posiblemente a un protector estomacal procedente del café.
La actividad antioxidante de los ácidos clorogénicos parece evitar el desarrollo de la diabetes.
El consumo de cafeína parece estar inversamente relacionado con el desarrollo de la enfermedad de Parkinson.

Los efectos negativos que se asocian comúnmente al consumo de café como el desarrollo de enfermedades coronarias o de cánceres digestivos no han sido demostrados científicamente por lo que, de momento, solo podemos culpar al café de nuestras noches en vela o nuestra irritabilidad tras su consumo.

Bibliografía

Mundo del Café, http://www.mundodelcafe.com/historia.htm
Pardo, R.; Alvarez, Y.: Barral D. y Farré, M. (2007). Cafeína: un nutriente, un fármaco, o una droga de abuso. Revista adicciones, 19 (3), pp. 225-238.
Gotteland, M y De Pablo, S. (2007). Algunas verdades sobre el café. Revista chilena de nutrición, 34 (2), pp. 105-115.
Marín, C. y Puerta, G. (2008). Contenido de ácidos clorogénicos en granos de Coffea arabica y C. canephora, según el desarrollo del fruto. Cenicafé, 59 (1), pp. 7-28.
Clifford, M. The nature of chlorogenic acids. Are they advantageous compounds in coffee? Colloque Scientifique International sur le Café, 17 (20-25), pp. 79-91.
Cavin, C; Holzhaeuser, D; Scharf, G.; Constable, A.; Huber, W. y Schilter, B. (2002) Cafestol and kahweol, two coffe specific diterpenes with anticarcinogenic activity. Food and chemical toxicology, 40 (8), pp. 1155-1163.
El auténtico café, https://elautenticocafe.es/
Panamá y su historia, https://panahistoria.wordpress.com/

Créditos

Post: Claudia Salvatierra
Ilustraciones: Andrea Orozco
Receta y fotos: Esteban Luna y María Rodríguez
Montaje video: Mª José Velasco
Maquetación: Begoña López

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