En mi opinión, ambos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) más del 50% de hombres y mujeres en la Unión Europea tiene sobrepeso, y un 23% de mujeres y 20% de hombres sufren obesidad.
La obesidad es una enfermedad grave en sí, pero más importante, incrementa el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, y otras enfermedades crónicas. En países desarrollados, la prevalencia del sobrepeso es mayor en familias con bajos ingresos. En países en pleno desarrollo socio-económico, la prevalencia de sobrepeso y obesidad ha incrementado exponencialmente durante los últimos años, afectando muchas familias. En ellos, y a diferencia de los países desarrollados, se sufre una doble carga de enfermedad: infecciosa y no infecciosa (como la obesidad). Este hecho es importante ya que en estos países donde la mayoría no disponen de un acceso a una salud universal, la carga de obesidad es mayor.
¿Pero cuál es la razón por la que tenemos más sobrepeso? ¿Comemos peor en el siglo XXI que nuestros antepasados? Y si es así, ¿cómo es esto posible habiendo mayor desarrollo social y económico?
La principal razón es el desarrollo industrial. No estoy para nada en contra de ello, al contrario, pienso que ha sido un gran progreso para la humanidad, esencial para poder abastecer a una gran población mundial que ha ido creciendo en número y se prevé que siga creciendo (hasta niveles insostenibles). Las cadenas de producción alimentarias han permitido una mayor disponibilidad de alimentos las 24 horas, los 365 días al año. Y ello al mismo tiempo comporta otra consecuencia: la reducción del precio por caloría. No muchos años atrás, comer alimentos calóricos como la carne era caro y no muchas familias se lo podrían permitir. Asimismo, los trabajos eran más exigentes en términos de actividad física, muchos eran en el campo y requerían largas horas de ejercicio físico. Como bien sabemos, el siglo XXI se rige por otras normas. Los trabajos se han concentrado en las grandes ciudades, en oficinas donde nos pasamos 8 o más horas seguidas sentados delante una pantalla. Por consiguiente, la actividad física diaria se ha reducido drásticamente y, en realidad, si se quiere estar en forma, toca pagar una subscripción al gimnasio. Asimismo, con la industralización, observamos que el precio por caloría ha disminuido y por tanto comidas procesadas y con alto contenido calórico son asequibles a todos los niveles socio-económicos. ¿Y qué ha pasado con el precio de frutas y verduras? Correcto, ha aumentado en proporción al precio por caloría.
Como veis, nos encontramos en una situación completamente contraria a la de unos años atrás. ¿Qué se puede hacer para parar o revertir esta epidemia? La solución es complicada. Lo primero es concienciar a la población sobre el riesgo del sobrepeso y obesidad. Gobiernos como España, han lanzado campañas en radio y televisión concienciando a la población. Sin embargo, hay estudios que advierten de la poca efectividad de estas campañas. Aunque proveen información, esta no es suficiente para hacer cambiar los hábitos de vida de las personas.
Otra manera es regulando el sector alimentario. Gobiernos han impuesto prohibiciones legales a compañías alimentarias sobre campañas de márketing de productos alimentarios dirigidas a niños. En España, hay restricciones de campañas publicitarias alimentarias a menores de 15 años.
Otra medida gubernamental es la imposición de tasas por la adquisición de productos con alto contenido en azúcares como los refrescos. De esta manera, el consumidor que desee adquirir estos productos tendrá que pagar más. Esta medida es controvertida ya que tiene mayor impacto en familias humildes. Por este motivo, se ha discutido la posibilidad de añadir incentivos para la compra de productos saludables.
Asimismo, si viajais a Inglaterra, encontrareis en muchos envases de productos procesados unas etiquetas de color (rojo, naranja o verde) indicando la cantidad de calorías, azúcares, sal, y grasas que contiene el producto que se quiere adquirir. Esta campaña ha sido exitosa y tiene como objetivo proporcionar información de forma clara, llamativa y visual sobre las características del producto. Aun así, y como se ha dicho anteriormente, estas etiquetas de colores solamente proporcionan información a la población y no significa que ésta vaya a cambiar sus hábitos alimenticios por ello.
Finalmente, y dada la alta e incremental prevalencia de obesidad infantil en España, Nestlé ha lanzado el ‘Observatorio Nestlé de Hábitos Nutricionales y Estilo de Vida de las Familias’ que tiene como objetivo estudiar y monitorizar las tendencias nutricionales familiares. Esto es importante para proveer de información objetiva al gobierno sobre la situación nutricional actual para que se pueda actuar acorde a las necesidades poblacionales.
En conclusión, es importante reconocer la obesidad como una enfermedad que impacta nuestra calidad de vida así como incurre gastos en nuestro sistema de salud público. Concienciar a la población sobre hábitos de vida saludable es esencial y prioritario, así como la actuación gubernamental que regule la industria alimentaria.
Bibliografía:
http://www.euro.who.int/en/health-topics/noncommunicable-diseases/obesity/data-and-statistics
Confronting Obesity in Spain. The need for greater awareness and policy integration (2016). The Economist Intelligence Unit
http://www.empresa.nestle.es/es/sala-de-prensa/comunicados-de-prensa/observatorio-nestl%C3%A9-habitos-nutricionales-y-estilo-de-vida
¿Nestle, entregando información objetiva a los gobiernos? ¿de verdad?