Alrededor de los años 1500, justamente el 15 de febrero de 1564 en la ciudad de Pisa, Italia se daba el nacimiento de un hombre ilustre y muy sabio en su andar por la Tierra, la vida le había dado lugar a Galileo Galilei.

Un hombre en verdad muy popular y conocido en Pisa, no solo por sus reconocidas calificaciones en matemáticas, si no por su interminable curiosidad por todas las cosas.

Espera, ¿Bueno en matemáticas? De seguro piensan que era una persona aburrida y sin vida social, que no salía de su cuarto por pasar las tardes resolviendo problemas. Sí, era una persona en verdad muy inteligente, pero sobre todo muy pero muy curiosa. En fin, esa cualidad fue de vital importancia en la vida de Galileo, con decirles que cuando visitaba la catedral de Pisa, todos pensaban que tenía un problema de atención o en pocas palabras estaba loco. En vez de socializar o estudiar la doctrina, se la pasaba mirando un candelabro que iba y venía de un lado a otro, se pasaba horas y horas observando. Pero esa larga admiración al candelabro le fue suficiente para darse cuenta de que seguía el comportamiento de un péndulo.

Pero… ¿Qué es un péndulo?

Exacto… un péndulo es una pelotita que va de un lado a otro, y también es lo que cuelga de los relojes viejos en la casa de sus abuelos.

Retomando la historia, ese péndulo que descubrió Galileo en aquel candelabro, le sirvió para que después a la edad de 14 años les propusiera a los catedráticos de la época un peculiar invento que servía para medir la frecuencia cardíaca.

Galileo había descubierto cómo alterar la longitud de la cuerda del péndulo alteraba la velocidad de oscilación. Y así fue… como una simple pelotita que oscilaba (iba y venía) de un lado a otro con algunos ajustes ayudaba a medir la frecuencia de los latidos.

Pero el péndulo no solo sirvió para determinar la frecuencia cardíaca, sino para construir relojes… si como los que están en las casas de sus abuelos.

El intelecto de Galileo se fue fortaleciendo con el tiempo, a tal grado que a la edad 25 fue nombrado profesor de Matemáticas en la Universidad de Pisa, en donde estuvo 25 años como profesor. En este tiempo su fama dio un salto a enorme. Ya que su curiosidad y experimentos sobrepasaban las paredes de la escuela.

Cuenta la misma leyenda que en una ocasión se encontraba Galileo en lo más alto de la Torre de Pisa haciendo experimentos. ¿Haciendo experimentos? Sí, así es, si Galileo hubiera vivido en nuestros tiempos y lo viéramos en lo alto de un edificio, creo que nadie pensaría que estuviera haciendo experimentos, creo que la mayoría pensaríamos que tiene tantas deudas en Liverpool, que en lugar de pagar quiere sentir el impacto de su cuerpo contra el suelo (pasar al otro barrio).

Galileo está buscando desmentir un mito Aristotélico que la humanidad creía ciegamente y por obvias razones, no había existido nadie para decir lo contrario, o para experimentarlo y comprobarlo. Galileo se disponía a dejar caer dos balas de cañón de diferentes tamaños, y con esto comprobar o desmentir lo que en su tiempo dijo Aristóteles: “si dos objetos son dejados caer, llegará primero el objeto que contenga más peso” (obviamente en griego se escuchaba más poético).

A la expectativa de todos, la gente se dispuso a los pies de la torre para observar si el famoso profesor de matemáticas podía desmentir a Aristóteles. Al final del experimento la gente pudo notar que la diferencia de caída de cada bala fue realmente nula, era tanta la sorpresa de ver que con la caída de dos balas de cañón aquel mito quedara desmentido. Obviamente Galileo no sólo se quedó con ese experimento, el inventó un mecanismo que le permitiera ver la aceleración de los cuerpos al caer, el famoso plano inclinado.

¿Plano inclinado? Si… un plano inclinado es una especie de riel de montaña rusa empinado.

Galileo se ayudó de este experimento para determinar una de las leyes más hermosas y poéticas de física: “que los cuerpos aceleraban en su caída proporcionalmente respecto de su masa”.

Impresionantes todas las aportaciones de Galileo a la ciencia, pero aún faltaban sus mejores años (su época dorada). Una de las cosas que deslumbraba a Galileo y alimentaba su curiosidad era el cielo, en particular un objeto muy peculiar que aparecía en las noches: La Luna, tan brillante y misteriosa.

Una tarde Galileo se encontraba en su estudio revisando unos documentos y escritos que hablaban de trabajos con espejos en los que siguiendo cierto acomodo se podría lograr que los objetos más distantes se observaran más grandes. Casi ya en la media noche de ese día, se escuchó un grito de victoria (una especie de Eureka) que provenía del estudio de Galileo. En ese momento había logrado acomodar una serie de espejos y ver su fascinación, la Luna.

Este nuevo invento de Galileo lo hizo volverse un poco más loco y curioso por todo, usó su telescopio para pasar noches enteras observando la Luna, pudo notar que la Luna tenía diferentes fases según su posición con el Sol, y que su relieve no era liso, si no que contaba con cráteres y montañas… verdaderamente impresionante.

Este invento catapultó la fama de Galileo hacia las otras ciudades como Padua y Venecia. En Venecia fue invitado por las autoridades y las personas más influyentes de la ciudad para que hiciera una demostración de su telescopio que contaba con 8 aumentos (característica propia de Galileo). En esta demostración Galileo dejó sorprendidos a todos, ya que su invento hizo que todos los participantes pudieran observar los barcos que apenas se alcanzaban a percibir en el horizonte.

Galileo siguió aprovechando su fabuloso invento y siguió explorando los misterios del universo, otro de los descubrimientos impresionantes fue que con su telescopio pudo ver otros planetas… Observó Venus, y al igual que la Luna pudo notar que Venus tenía fases en las que la luz del Sol sólo dejaba ver cierta parte del planeta.

Otro planeta que pudo observar fue el gran gigante de nuestro sistema, Júpiter. En Júpiter pudo notar que 4 esferitas pequeñas lo acompañaban siempre… sus 4 famosas Lunas: Ío, Calisto, Ganímedes y Europa. Las famosas Lunas Galileanas.

Otro gigante que pudo observar Galileo fue el misterioso Saturno, este planeta Galileo lo observo con cierta singularidad ya que lo veía con una especie de orejas que salían del planeta. Estas “orejas” eran sus anillos, pero con el telescopio de Galileo no se alcanzaban a apreciar.

Toda esta información de Galileo hizo que volviera a despertar una duda que en su juventud había surgido, si era cierta la teoría que se tenía con el movimiento de los planetas (el movimiento geocéntrico). Según las enseñanzas de esa época, se decía que la Tierra era el centro del universo y que todos los planetas en conjunto con el Sol giraban alrededor de ella. Esta enseñanza tiene como fundamento una lectura de la Biblia en la que menciona que Josué le pide a Dios que detenga el Sol, esto daba a entender de que el Sol se encontraba en movimiento alrededor de la Tierra y que ésta siempre estaba estática. El movimiento de los demás planetas, se decía que era por obró divina y los ángeles y querubines mantenían este movimiento.

Estas enseñanzas no convencían a Galileo, así que en equipo con su telescopio trató de comprobar lo contrario, la idea de que la Tierra no estaba estática, ya se había planteado antes por Copérnico (otro científico loquillo) y recientemente había sido apoyada por otro hombre llamado Giordano Bruno, el cual tuvo un desenlace no tan chido… (murió en la hoguera por contradecir las enseñanzas de la Iglesia). Así que Galileo sabía que eran riesgosas todas estas investigaciones.

La observación que hizo asegurar la teoría de que la Tierra se encontraba en movimiento y que hizo a Galileo escribirla en uno de sus libros, fue que al estar observando el Sol (Ojo Galileo inventó también un lente obscuro que protegía de los rayos del Sol) se dio cuenta de que éste contaba con algunas manchas y que estas manchas no eran estáticas si no que conforme pasaban los días al estar observándolas las manchas se encontraban en otra posición.

Sus teorías del movimiento de los planetas alrededor del Sol rápidamente cobraron fama y llegaron a oídos de las autoridades católicas y de los sacerdotes de la Santa Inquisición. Galileo contaba con muchas amistades poderosas dentro de la Iglesia que lo defendían a toda costa, esto ayudó que cuando lo acusaran, sólo recibiera un arresto domiciliario.

En su juicio, se tuvo que retractar de sus teorías para que no fuera sentenciado a la hoguera, y al terminar con su renuncia a todo lo descubierto, mencionó una frase (cuenta la leyenda) … Y sin embargo se mueve… (Eppur si muove)

Galileo después moriría en su casa (aun con arresto domiciliario), ciego por tantas observaciones al Sol, pero con mucho conocimiento. Sin duda marcó un nuevo inicio para toda la ciencia y la física experimental, ya que él inconscientemente siempre aplicó el método científico… Tenemos tanto por agradecerle al buen Galileo.

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