No, no es el título de un documental sensacionalista o del último grito en series, es una realidad que se vio reflejada en un artículo del mundo el pasado noviembre escrito por Cristina G Lucio.  En él nos muestra como poco a poco se van sacando del ostracismo medico a fármacos tan famosos como la talidomida o el rimonabant. Estos cadáveres de la terapéutica, clínicamente muertos por sus reacciones adversas tan demoledoras, ahora parece que les ha llegado una oportunidad para redimirse ante las Autoridades Sanitarias y la historia. ¿Como? Siendo “rescatados” para su uso en otras enfermedades.

Este grupo de proscritos perdonados todavía es muy minoritario, pero todo podría cambiar gracias a los nuevos cauces que está tomando la investigación. La gran abanderada de este cambio de tendencia en el tratamiento es la talidomida, fármaco que, a raíz del reguero de afectados por sus efectos, fue el motivo del endurecimiento de los controles de seguridad de todas las moléculas que vinieron después. Lejos de condenarla a la horca tras semejante crimen, se sigue utilizando actualmente, bajo unas férreas normas de seguridad que incluyen la contracepción, gracias al descubrimiento fortuito por parte de un médico israelí de que este monstruo era efectivo ante la lepra y décadas después, ante ciertos cánceres como el mieloma múltiple. No satisfechos con este espíritu de redención de la talidomida, se dió autorización de uso compasivo para la enfermedad del injerto contra el huésped, algunos tipos de artritis y la archiconocida enfermedad de Crohn.

El próximo fichaje podría ser el rimonabant, un paladín contra la obesidad presentado en el 2006 que se quedó en un suspiro al ser retirado del campo de batalla solo tres años después, a raíz del aumento del riesgo de depresión o de suicidio. Su posible resurrección está en manos de un grupo de investigadores de la Universidad Pompeu Fabra, para combatir el síndrome del cromosoma X frágil, la causa congénita más frecuente de retraso mental.

El secreto de este caballo de Troya es su utilidad en el bloqueo parcial del sistema endocanabinoide alterado, siendo este una red de receptores neuronales encargados de la regulación de la memoria, el aprendizaje y los procesos de recompensa. Al margen de que la investigación está en una fase muy embrionaria, los resultados iniciales en ratones han sido muy prometedores, sin mostrar los temidos efectos adversos ya que la dosis administrada es 30 veces inferior a la original.

El tercer posible candidato sería la cisaprida, abanderado en el tratamiento del reflujo gastroesofágico pero caído en desgracia en el 2004 a raíz de las alteraciones del ritmo cardiaco que producía; su billete de vuelta al mercado podría otorgárselo un ensayo clínico que se está desarrollando en la actualidad para ver si podría ser efectivo contra otro asesino silencioso: la esclerosis múltiple.

Considero que este nuevo devenir terapéutico es muy prometedor, ya que abre la veda a no solo desarrollar nuevas moléculas, sino de darle una vuelta de tuerca a lo ya conocido y olvidado en un rincón de las grandes compañías farmacéuticas. Esto es factible gracias a la posibilidad de investigar nuevas vías de descubrimiento previamente no exploradas por falta de medios y capacidad, dando esperanza a los pacientes de enfermedades tan dramáticas como la Corea de Huntington o ciertos cánceres, que, tras agotar todo el arsenal terapéutico, se veían condenados al limbo farmacológico. Quien les iba a decir que para matar a ese monstruo que les atormenta, iban a tener que recurrir a otro.

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