En la Salud y en la Enfermedad

 

En mi post anterior, se notó un poco de rabia o resentimiento hacia la forma de hacer ciencia, ¿verdad? Bueno, tampoco hay que asustarse. El investigador y la ciencia son como un matrimonio, como una relación de “ni contigo ni sin ti”. Sales del laboratorio, con sueño, hambre, el sol que empieza a ponerse, y odiando tu día, tu experimento, preguntándote porqué no ha salido y si todo este sufrimiento merece la pena. Pero luego, cuando te preguntan a qué te dedicas, o hablas de – en mi caso – los bichitos que te rodean, pues no puedes evitar emocionarte y darte cuenta de que te encanta estar metido en un laboratorio.

 

Para que la cosa funcione…

 

Eso sí, es importante tener un objetivo claro, algo que te ayude a seguir luchando, a no rendirte, a levantarte e ir con energía al trabajo. Porque la motivación, en un lugar tan solitario como es un laboratorio, a veces brilla por su ausencia.

A mí me gusta escribirme en el cuaderno (en márgenes, páginas, en grande o en pequeño) el objetivo (ya sea semanal, mensual o el que quiero conseguir a lo largo de mi vida como científica) para que me mantenga alerta, motivada y enamorada de la ciencia. Claro, si ya lo he dicho… ¡Investigar es como estar casado! Y oye, a la ciencia sólo la pongo verde yo, si alguien la critica, la defiendo hasta la muerte…

Bueno, no nos desviemos. Estábamos hablando del objetivo, de a dónde queremos llegar… Nuestro target.

 

Target es el objetivo, persona o cosa a la que se dirige una acción.

 

En mi caso, target es hacia lo que dirijo el tratamiento farmacológico. Como si fuera una estrategia de ataque contra un gen mutado, una proteína o un microorganismo. De todas formas, hasta llegar a la validación y optimización de una molécula terapéutica, debemos recorrer un camino lleno de obstáculos.

 

Conocer el porqué y diseñar tu estrategia

 

Imagínate una enfermedad de la que no sabe nada. Para poder descubrir los misterios de ésta, se debe empezar de cero, buscando e identificando los genes que participan en los mecanismos que dan lugar a esa enfermedad y, cuando lo tienes, pues diseñas un plan de ataque: Una estrategia farmacológica.

 

 

 

Un planeta dentro de nosotros

 

Si nosotros imaginamos los genes, virus o bacterias como mini personitas que juegan con nuestro organismo para desequilibrarlo y causar enfermedades, pues es de esperar que estas cositas también tengan determinados targets.

 

Está bien, busquemos un ejemplo…

 

Hace unos cuantos años se identificó la transportina-3 como TARGET del VIH para entrar al núcleo y llegar así al ADN.

 

La transportina-3 es una proteína que transporta proteínas al interior del núcleo celular. Los virus son microorganismos que necesitan de nuestra maquinaria para completar su ciclo replicativo y, para ello, es necesario que lleguen al ADN de la célula que infectan.

Imaginemos la transportina-3 como un tren. El VIH, sin comprar billete, sube al tren clandestinamente para poder entrar al núcleo, llegar al ADN del hospedador y proceder con la infección. ¡Así, con todo el morro!

Cuando el supervisor descubre al polizón, pues tiene que avisar de lo que ocurrido… ¿Qué podríamos hacer para que el virus no se subiera al tren? Quizás tenga preferencia por algún «vagón» de la transportina-3, así que la clave sería quitarlo, ¿no? Y es entonces cuando descubren algo muy interesante:

La transportina-3 mutada da lugar a una DISTROFIA MUSCULAR RARA 

Se formula la siguiente hipótesis:

 

Los pacientes afectados por esta mutación, ¿son resistentes al VIH?

Para poder confirmar la teoría, se realizaron numerosos experimentos que demostrasen que la mutación en transportina-3 da lugar a una resistencia a la infección de VIH (Rodríguez-Mora et al., 2019)

¿Qué toca ahora?

 

Conocer a fondo los mecanismos moleculares de la transportina-3 para poder diseñar una estrategia farmacológica.

 

Línea temporal sobre la identificación de Transposina-3 como target de VIH y posible estrategia terapéutica

 

 

 

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