La generación de las Redes Sociales, la sobreinformación sin calidad, los rebaños sin criterio propio, la titulitis aguda o la falta de coordinación en la comunidad científica. ¿No deberíamos mejorar el enfoque de la sociedad hacia la ciencia?
Cada mañana me preparo mi café y empiezo a destripar las noticias que deambulan por todas las redes sociales, desde Facebook hasta LinkedIn. Algunas te dejan los pelos de punta, otras te hacen creer que las distopías de Isaac Asimov están a punto de cumplirse, y otras te asustan por la escasa veracidad sobre el asunto.
Todo el mundo opina sobre los avances científicos. Y cuando digo todo el mundo, es que nadie calla. ¿Será por el morbo? ¿Tanta polémica hay detrás de las vacunas? ¿De la cura secreta contra el cáncer? ¿De los transgénicos? ¿Del fraude sanitario y alimentario? ¿De la resistencia a antibióticos?
Es verdad; La polémica es lo de menos.
Lo que importa es opinar, y si se opina, que sea sobre cualquier cosa oye, ya sea basándote en FUENTES COHERENTES o en EL BLOG de remedios caseros de tu vecina Paca. Porque si ella dice que las Pseudoterapias funcionan, ¿quién puede decir lo contrario? Total, todos estos grupos que memorizan lo que cuentan algunas fuentes tienen más idea que los que, como en mi humilde caso, nos formamos durante años para ser una pieza en el engranaje científico.
No obstante, la desinformación o los bulos que encontramos por las redes no son el único trauma que vive un científico. También dan mucho miedo los intereses económicos que hay detrás de la Investigación, la polémica social y, desgraciadamente, la poca fe que nos queda cuando nos dedicamos a esto. Sí, es cierto… No todas las dificultades que vivimos los investigadores se deben a la opinión pública o a la mala información que vive en los tablones de noticias de cualquier Facebook de vecino; Nuestra condición también se ve perjudicada por nuestro propio hábitat: Competitividad, falta de coordinación, superiores ausentes y proyectos que se quedan por el camino…
Podríamos decir que la ciencia es un poco el pez que se muerde la cola.
Cuando te pones por primera vez la bata y te colocas delante de lo que será tu bancada de laboratorio, te crees que vas a hacer cosas súper importantes. Pero, a lo lejos, puedes ver un monstruo que te acecha, que te exige títulos, papeles y más papeles para que no pierdas la beca, puedas seguir trabajando y, aunque suene una locura, seguir cobrando. Así que tienes que dejar de hacer tus experimentos, sacarte un curso, luego otro, y otro, para destacar en la lista de candidatos. Y esa situación, exasperante, puede alcanzarte, agarrarte fuerte del cuello, y ahogarte.
Supongo que hablo por muchos que, al igual que yo, sienten que la sociedad les está colocando en el banquillo, impacientes por volver al partido, por cambiar el modo de investigar. Por evitar tanto blog sin fundamentos científicos, por premiar las aptitudes dentro de un ambiente laboral y no tanto las que te encastran en una silla de biblioteca, por hacer llegar la ciencia y la investigación de base a toda la sociedad…
¡Exacto!
Que no muera entre las cuatro paredes de un laboratorio.
Que se consiga DIFUNDIR y DIVULGAR BIEN
Los investigadores no deberíamos quedarnos sólo con nuestros cacharritos y experimentos sobre la bancada. No deberíamos llevar sólo bata, ni quedarnos en silencio. Cuando haya días difíciles (en los que ni la propia ciencia te apoya), deberíamos recordar lo que nos trajo hasta aquí. ¿Quedarnos en el banquillo? No, para nada. Queremos hacer ciencia y, en mi caso, DIVULGAR BIEN.
Nos merecemos sentirnos útiles, aunque sólo sea un poquito…