Ilustraciones de Ana Piñón

La magia del montañismo destaca siempre por la capacidad de superación que tiene el ser humano para adaptarse a entornos muy desfavorables, pero desgraciadamente esta práctica también conlleva una larga lista de fallecidos, así como de patologías asociadas a las alturas.

A día de hoy la medicina tiene muy bien establecida las bases que determinan la adaptación del organismo a distintas altitudes y sus consecuencias fisiológicas1. Esta disminución de la presión barométrica es la principal causa de todos los problemas de hipoxia en la fisiología de las grandes alturas porque, a medida que disminuye la presión barométrica, la presión parcial de oxígeno atmosférica (PO2) disminuye de manera proporcional, permaneciendo en todo momento con 20,93% de la presión barométrica total.

La hipoxia hipobárica es un fenómeno que se define como el descenso en el aporte de oxígeno a los tejidos debido a una caída en la presión parcial de este gas por la exposición a una atmósfera de bajas presiones. Tanto la presión atmosférica como la PO2 decrecen exponencialmente con la altitud mientras que la fracción de oxígeno se mantiene constante por cerca de 100 Km. Cuando la PO2 cae, el cuerpo responde con aclimatación a la altitud1-3. Cerca de 2100 m sobre el nivel del mar (m s.n.m.), la saturación de la hemoglobina comienza a disminuir drásticamente4. Sin embargo, el cuerpo humano posee adaptaciones a corto y largo plazo que le permiten compensar, en forma parcial, la falta de oxígeno (O2).

Los valores normales de saturación de O2 en sangre arterial oscila entre un 95% y un

100%, pero los escaladores no aclimatados y pacientes con enfermedad pulmonar a menudo tienen un porcentaje más bajo a menos que utilicen O2 suplementario. Una persona no aclimatada habitualmente puede permanecer consciente hasta que la saturación arterial de

O2 disminuya hasta el 50%1-4. El mal de altura, uno de los efectos agudos más importantes de la hipoxia en escaladores no aclimatados que respiran aire, comienza por encima de los 2.100 m s.n.m.  Existen dos formas graves del mal de altura, el edema pulmonar de gran altura (líquido en los pulmones) y el edema cerebral de gran altura (líquido en el cerebro). Las dos tienen un alto índice de mortalidad y pueden ocurrir cuando ya ha pasado un día o un día y medio a demasiada altura (normalmente, por encima de 3.500 m s.n.m.). Los síntomas empiezan con mareo, laxitud, fatiga mental y muscular, a veces cefalea, de manera ocasional náuseas y algunas veces euforia. Estos efectos progresan a una fase de calambres o convulsiones por encimas de 5.500 m s.n.m. y finalizan por encima de 7.000 m s.n.m. en la persona no aclimatada en el coma, junto con hipotermia y congelamiento, seguido poco después de la muerte.

La permanencia del grupo a alturas elevadas durante días, semanas, incluso si fueran de meses o años, permite una mejor aclimatación a la PO2 baja, de modo que produce menos efectos adversos sobre el cuerpo, y es posible que los montañistas trabajen más sin los efectos de la hipoxia o asciendan a alturas todavía mayores. Los principales mecanismos que trabajarán para la nueva adaptación son conocidos1-4: 1) un gran aumento de la ventilación pulmonar; 2) un aumento del número de eritrocitos; 3) un aumento de la capacidad de difusión pulmonar; 4) un aumento de la vascularización de los tejidos periféricos; y 5) un aumento de la capacidad de las células tisulares de utilizar el O2 a pesar de una PO2 baja (aclimatación celular). El organismo se puede adaptar a la altitud mediante una aclimatación inmediata o a largo plazo.

El aumento inmediato de la ventilación pulmonar al ascender elimina grandes cantidades de CO2, reduciendo la presión parcial de CO2 (PCO2), y aumentando el pH de los líquidos corporales. A grandes alturas más rápido late el corazón, ello es debido a que aumenta el volumen sanguíneo y el gasto cardiaco hasta un 30% inmediatamente después de que una persona realice un ascenso, disminuyendo luego el gasto cardiaco hasta valores normales en un periodo de tiempo (semanas) a medida que aumenta el hematocrito sanguíneo. Esto último permitirá que la cantidad de O2 que se transporta hacia los tejidos corporales periféricos siga siendo aproximadamente normal. La digestión se vuelve menos eficiente debido que el cuerpo suprime el sistema digestivo en favor de incrementar las reservas del sistema cardiorespiratorio5.

Existe un límite para la adaptación que se encuentra por encima de una altitud de 8.000 m s.n.m., en la cual la presión parcial de O2 no es suficiente para mantener la vida humana, se denomina zona de la muerte y es imposible aclimatarse. Cuando los síntomas son más graves o empeoran, debe iniciarse inmediatamente el descenso del afectado a la menor altura posible, y siempre acompañado. A veces, un descenso de 400 metros suele ser suficiente para notar una mejoría. Otra medida es administrar O2 a través de la mascarilla, una cantidad de 3 a 5 litros por minuto a una concentración no inferior al 40%. Para el tratamiento del dolor de cabeza se pueden usar analgésicos menores como el paracetamol o aspirina, entre otros. En cuanto al insomnio de altura, sobre todo si es provocado por causas periódicas de la respiración, debe tratarse con acetazolamida, pero nunca con hipnóticos o sedantes, ya que pueden empeorar aún más la respiración. La medicación nunca sustituye al descenso.

Bibliografía

  1. Domínguez-Vías G. El Desastre del 96: Una forma educativa de explicar las reacciones fisiológicas producidas como consecuencia de la exposición a la baja presión de oxígeno a gran altitud usando la película Everest (2015) Rev Med Cine [Internet] 2018;14(x): xx-xx.
  2. Hall JE, Guyton CA. Guyton & Hall. Tratado de Fisiología Médica. 12ª edición. Barcelona: Elsevier; 2011.
  3. Ashcroft F. Life at the extremes. The science of survival. London: Flamingo; 2001.
  4. Bert P. Barometric Pressure. Researches in Experimental Physiology. Columbus, Ohio, FC Long’s College Book Company, 1943.
  1. Westerterp KR. Energy and water balance at high altitude. News Physiol Sci .2001;16(3):134-7.

Everest. La prueba de ochomiles más desafiante para un montañista.

El ascenso debe realizarse por etapas cortas y permanecer en bases para obtener una perfecta aclimatación.

Green boots, uno de los montañistas fallecido más famoso del Everest. Murió como consecuencia del mal de altura y hoy en día es usado como un vértice o referencia de posición para montañistas durante su ascensión.

Vista del Tibet, con el Monte Everest al fondo

Paul Pottinger desde el Collado Sur del Everest Una vez alcanzado la Zona de la Muerte es indispensable el uso del oxígeno embotellado.

Malavath Poorna, una escolar de 13 años del sur de India es la mujer más joven en conquistar la cima del Everest.

El tratamiento rápido para paliar el mal de altura es la administración de O2 suplementario.

Profesora Araceli Giménez

Únete a la comunidad

Más de 14.212 personas se han unido a nuestra newsletter. Prometemos enviarte sólo cosas interesantes.

Gracias por suscribirte.

Share This