Creo que para comenzar una nueva andadura como bloguero, tratar un tema que no es exactamente de mi rama probablemente no sea lo mas “ortodoxo”, pero soy de los que pienso que todo aquello que sirva para aportar (muy humildemente en mi caso), debe ser compartido.

Al leer el título de esta entrada probablemente pienses que vaya a soltar una larga parrafada sobre la necesidad de reconocer los fallos y equivocaciones… Pero no, ese enfoque tan pesimista y de padre creo que todos lo tenemos tanto en casa como en nuestro yo interno. Desde estas breves líneas quiero mostraros lo que mi corta experiencia me ha demostrado, y aprovechando la ocasión, presentarme a la comunidad y que todos me conozcáis un poquito más.

En primer lugar, me voy a presentar. Mi nombre es Adrián, y actualmente estudio 2º curso del GS de técnico de laboratorio clínico y biomédico. Tengo 22 años, por lo que aún me quedan muchos errores que cometer y fracasos que afrontar.

Sin embargo, todas las personas, a esta edad, ya nos hemos tenido que enfrentar a varias decisiones importantes, como elegir qué hacer tras la ESO, si entrar en la Universidad, dónde vivir, qué carrera cursar, etc. Decisiones que realmente son importantes, ya que probablemente determinen el enfoque que queramos darle a nuestro futuro. En el instituto, en teoría, existe un psicólogo/educador que nos ayuda a orientarnos en ese océano de opciones que nos aparece al terminar 2º de Bachillerato; sin embargo, TODA la educación se olvida el enseñarnos lo mas importante: cómo reaccionar antes nuestros errores y fracasos.

Seamos sinceros, todos nos equivocamos y nos equivocaremos, absolutamente todos, lo cual es normal y se podría hasta considerar una cualidad inherente al ser humano. Dicho esto, ¿por qué castigamos los errores y no enseñamos a enfocarlos como realmente se debe, como un paso más hacia el objetivo final?

«Los que nunca han cometido errores es porque no han intentado cosas nuevas y diferentes» – Albert Einstein

Os voy a exponer mi caso: siempre he sido un estudiante de notas medias/altas, como otros muchos. Tenia (y tengo) un defecto bastante importante: la mala gestión del tiempo. Hasta bachillerato saqué todos los cursos sin problemas y logré entrar en la carrera que por aquel entonces quería: Farmacia. En aquel momento me pareció la opción viable más cercana a mis expectativas, pero siendo claros, no tenía la certeza de que ese fuera mi sitio.

Llegó mi época universitaria, y con ella, grandes momentos que nunca olvidaré, así como el “MEGA BATACAZO a.k.a. El bofetón de realidad»: suspendí varias asignaturas, a pesar de trabajar mucho en ellas y encontrarse en la rama que me gustaba, lo que me llevó a entrar en una depresión de la que me costó tiempo salir. Y me costó tiempo no por el hecho de que no pudiera con aquellas asignaturas, sino por no saber cómo reaccionar y no llegar a reconocer a tiempo el problema. Veía que pasaba las horas estudiando pero los resultados no llegaban, cuando la respuesta al problema era muy sencilla: ese no era mi sitio, no era realmente lo que yo quería hacer.

A día de hoy estoy 100% seguro que, habiendo realizado un enfoque distinto de la situación, me hubiera dado cuenta mucho antes del problema y la solución habría sido rápida y más efectiva. He aquí la base de afrontar los problemas: de cada dificultad que pasas, independientemente del tiempo que te cueste superarla, aprendes una valiosa lección. Una lección que usarás para el siguiente error que cometas, pero ten claro lo siguiente: aprender de los errores no te hará equivocarte menos, te enseñará a cómo afrontarlos y salir victorioso de ellos.

«Observa tus defectos y conocerás tus virtudes» – Confucio

Entonces, si somos conscientes de la tendencia a errar por parte del ser humano, ¿por qué no trabajamos desde pequeños en la asimilación? Parece el paso más sencillo por tratarse del primero, cuando la realidad demuestra todo lo contrario; es la parte más complicada, en la que te toca «tragarte» tu orgullo y reconocer que estabas equivocado. Fijaros si es complicado, que a mí la falta de asimilación me llevo a seguir intentándolo 2 años más, hasta que me di cuenta de que el verdadero error era seguir engañándome y no reconocer mi equivocación.

Ahora que lo pienso, ¡madre mía, 2 años para asumir el error! Parece una locura, pero es la verdad, y esta situación es mucho mas frecuente de lo que pensamos. ¿Por qué tanta sobreprotección ante los errores?. ¿Qué explicación hay tras el castigo social y psicológico al que sometemos a alguien que se equivoca?. ¿Y si tratamos de enfocarlos como parte del aprendizaje y usarlos como herramientas pedagógicas?. Cada día que pasa me sigo haciendo las mismas preguntas, y por eso quiero utilizar este post para intentar ayudar a otros que se encuentren en la misma situación.

«El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas del error» – Pablo Neruda

Os lo voy a plantear de una manera sencilla: si Brian Acton y Jan Koum (Whatsapp), Elon Musk (Tesla) o el Coronel Sanders (KFC) se hubieran rendido a la primera, ¿creéis que habrían conseguido el éxito, haciendo viable su idea? Os aseguro que ninguno de ellos lo tuvo fácil, fracasaron varias veces antes de hacerse ricos. Pero lo tenían claro: creían en sí mismos, en su potencial y en seguir invirtiendo en aprendizaje. El resto de la historia la conocéis todos.

Con esto último no me malinterpreteis, no quiero daros una lección de emprendimiento, simplemente analizad la situación detrás de cada uno de ellos. Veréis que todos se rigen por el mismo patrón: la resiliencia. Si hacéis un pequeño recordatorio de vuestras decisiones, ¿de qué os arrepentís más, de un fracaso o de no haber intentado eso que tanto os gustaba?

En resumen, y para despedir el año con ganas, os voy a regalar un juego muy sencillo al que he decidido llamar «El ciclo INERAD»: intentar, errar, aprender, disfrutar. Creo que todo este tostón personal que he escrito se resume en esos 4 pasos fáciles de seguir y de recordar. Cada uno de los procesos nos llevará a cualquiera de los otros 3, y cuantos más ciclos completes, mayor será tu experiencia.

Así que ya sabéis, desde mañana mismo intentad usarlo a diario, os puedo asegurar que siempre funciona. ¿Cómo lo sé? Porque las reglas del juego las ponéis vosotros.

¡Feliz Navidad y feliz 2020!

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