Parece mentira, pero según qué microorganismos (bacterias, hongos, virus y demás) decidan convivir con nosotros va a depender el desarrollo de nuestro sistema inmune y nuestras funciones metabólicas. Además, también nos ayudan con la obtención de nutrientes y nos protegen contra los patógenos. Por eso estos micro-compañeros de vida, que vamos a llamar microbiota, van a tener un papel importantísimo en nuestra salud. Muchas enfermedades se producen cuando hay alteraciones en la microbiota. Ejemplos típicos son la obesidad y la diabetes tipo 2, aunque cada cierto tiempo se descubren nuevas relaciones entre nuestras bacterias y la aparición de determinadas enfermedades. De hecho, hace nada se publicó la conexión entre la aparición de la leucemia linfoblástica aguda y la baja exposición a microorganismos durante la infancia. La LLA es un tipo de cáncer de la sangre en la que se producen demasiados precursores de los glóbulos blancos. Al haber tantos, estos no se convierten en glóbulos blancos normales y en vez de ayudar al organismo pues le dan la lata. Así que se reduce el número de glóbulos rojos, plaquetas y glóbulos blancos normales que causan anemia, sangrados e infecciones. Por eso es tan sorprendente (y esperanzador) que esta enfermedad quizá pueda prevenirse en un futuro próximo unicamente exponiendo a los niños susceptibles de padecerla a diferentes infecciones durante su infancia para preparar su sistema inmunitario.

Durante los últimos años, se ha empezado a entender la importancia de los microorganismos que conviven con nosotros a lo largo de nuestra vida. Por eso, es muy importante saber cómo cada uno de nosotros los va “recolectando”. En los primeros años de vida nuestra microbiota va a cambiar mucho ya que es muy inestable porque presenta una baja diversidad. Cuando una mujer se queda embarazada su microbiota cambia con el objetivo de que su vagina sea un ambiente lo más saludable posible. Se cree que este cambio en la microbiota de la madre es una adaptación evolutiva que favorece la colonización del bebe con microbios beneficiosos durante el parto.

Hasta hace poco se creía que el útero era un ambiente estéril, es decir, un lugar al que no llegaban los microorganismos, pero se ha encontrado al menos material genético de microbios en la placenta, líquido amniótico y sangre del cordón umbilical. Así que a día de hoy se sabe que hay factores que empiezan a influir en nuestra microbiota incluso antes de nacer, durante la etapa que pasamos en el útero de nuestra madre. Curiosamente, las bacterias encontradas en el útero son muy parecidas a las de la boca de la madre por lo que se cree que los microorganismos podrían viajar desde ahí hasta el útero a través de la sangre. También llama la atención que las bacterias encontradas en partos prematuros, eran bacterias patógenas más típicas de una infección vaginal.

Sin lugar a dudas el parto es un proceso clave, y la forma en la que tiene lugar va a ser esencial para determinar que bacterias nos acompañarán durante los primeros meses de vida. Los bebés nacidos en un parto natural son colonizados en un inicio por Lactobacillus (microbios beneficiosos de la madre). En cambio, bacterias típicas de la piel como Staphylococcus o Propionobacterium serán los primeros micro-compañeros de los bebés nacidos mediante cesárea.

Los cambios en nuestra microbiota durante los primeros años no terminan ahí. Hay otros factores que tienen lugar durante nuestra infancia y que influirán no solo en nuestra microbiota sino que a la larga también afectarán a las defensas de nuestro cuerpo (sistema inmune). La posibilidad de usar leche materna como primer alimento influirá en gran medida pues se sabe que las bacterias que contiene le dan al bebé una mayor resistencia a las infecciones, menor riesgo de obesidad o un menor riesgo de padecer alergias. Además, la leche materna también contiene una gran cantidad de azúcares que el bebé no puede digerir y facilita que bacterias beneficias colonicen el intestino del bebé. Por supuesto, durante nuestra infancia también serán muy importantes nuestra dieta o el ambiente en el que vivamos. Por ejemplo, el contacto frecuente con animales durante los primeros años de vida se cree que ofrece protección al aumentar la exposición de microbios ayudando al desarrollo de la tolerancia inmune. En cambio, el usar los antibióticos cuando somos muy pequeños forma indiscriminada afectará de forma negativa a nuestra microbiota pudiendo favorecer la aparición de algunas enfermedades como el asma, diabetes tipo 2 o alergias a la leche.

A partir de los 3 años de edad podría decirse que somos “microbiológicamente adultos” porque es a partir de este momento aproximadamente cuando nuestra microbiota para de crecer y se estabiliza (en condiciones saludables). Aunque no debemos olvidarnos de que la dieta siempre va a tener un papel importantísimo pues actúa enormemente sobre la composición de nuestra microbiota. Pero, ¿y ahora qué? ¿qué papel juegan estos microorganismos después? Durante nuestra vida adulta, nuestra microbiota va a influir no solo en enfermedades crónicas sino que participará en nuestra longevidad, nuestro envejecimiento y en la neurodegeneración que suframos. En las personas mayores (75-80 años) se pierde una parte de la gran cantidad de especies que forman la microbiota y aumenta un tipo de bacterias que pueden llegar a causar enfermedades (reciben el nombre de patobiontes). El cambio en la composición de la microbiota debido a cambios ambientales como la exposición a antibióticos, infecciones o estrés pueden tener efectos sobre el funcionamiento mental normal del individuo. Esto se ha relacionado con varias enfermedades: depresión, autismo, esquizofrenia, Alzheimer o Parkinson.

En resumen, se sabe que las bacterias de nuestra vida son esenciales para nuestra salud pues un cambio en su composición puede dar lugar a la aparición de diferentes enfermedades. Sin embargo, aún falta mucho por saber para que podamos aplicar estos nuevos descubrimientos en la medicina del día a día.

 

 

Referencias

García-Peña, C., Álvarez-Cisneros, T., Quiroz-Baez, R., Friedland, R.P. 2017. Microbiota and aging. A review and commentary. Archives of Medical Research. 48: 681-689

Tamburini, S., Shen, N., Wu, H.C., Clemente, J.C. 2016. The microbiome in early life: implications for health outcomes. Nature medicine. 22: 713.

Walker, R.W., Clemente, J.C., Peter, I., Loos, R.J.F. 2017. The prenatal gut microbiome: are we colonized with bacteria in utero? Pediatric Obesity. 12. 3-17.

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