Durante las últimas décadas vivimos inmersos en una cultura del cuerpo donde los medios de comunicación configuran y establecen cánones culturales de belleza a través del cine, la publicidad, vídeos musicales o videojuegos, entre otros. Esta transmisión de imágenes transforma la escala de valores y esquemas culturales, creando falsas necesidades e inseguridades que normalizan el consumo de intervenciones quirúrgicas. Transgrediendo los límites del cuerpo, las manifestaciones externas de la individualidad, la reconquista y la reinvención de uno mismo; la cirugía fragmenta y fomenta la despersonalización del yo y  la construcción de un rompecabezas humano donde la heterogeneidad y las contradicciones biológicas presentes en los cuerpos no preocupan demasiado; siendo la cara la parte del cuerpo que más fragmentación sufre debido al uso social y su importancia en las relaciones sociales.

Los retoques o alteraciones corporales en esta zona proporcionan un plus de significación debido a que ésta se encuentra interrelacionada con nuestra identidad. La cirugía de la cara nos origina una despersonalización; puesto que la identidad no es conocida como tal, es alterada.

El sociólogo Erving Goffman[1] realizó un estudio sobre la importancia del rostro en las relaciones interpersonales y éste como parte de la comunicación en un grupo. Los seres humanos como actores sociales, podemos conocer que una persona puede tratar de engañarnos a través de sus gestos y su comportamiento; dándole a la cara un carácter sagrado, pues representa la imagen de la persona en términos sociales aprobados. Se dice que una persona tiene una apariencia equivocada o desequilibrada cuando los valores y su comportamiento discrepan con su rostro. La cara para Goffman muestra todos los sentimientos que pasan por nosotros, teniendo así la responsabilidad de vigilar las expresiones ante los demás en las relaciones interpersonales; ya que en la comunicación se descifran las expresiones faciales.

[1] Véase GOFFMAN, E, La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires,  Amorrortu, 2009.

Casos extremos en los que la cara es «profanada», son un hombre de 37 años que se ha operado para parecerse a su ídolo Red Skull  Leer más y María José Cristerna ( la mujer vampiro)

Fuente: http://www.eluniversal.com.co/cartagena/cultural/%E2%80%9Cla-mujer-vampiro%E2%80%9D-mucho-mas-que-un-mito-27580

Fuente: http://www.eluniversal.com.co/cartagena/cultural/%E2%80%9Cla-mujer-vampiro%E2%80%9D-mucho-mas-que-un-mito-27580

 

Fuente: http://www.lavanguardia.com/gente/curiosidades/20150205/54425864823/opera-cara-parecerse-red-skull-capitan-america.html

Fuente: http://www.lavanguardia.com/gente/curiosidades/20150205/54425864823/opera-cara-parecerse-red-skull-capitan-america.html

 

 

Pero la proliferación de esta práctica es cada vez mayor y su utilización genera numerosos interrogantes acerca de los límites de la individualidad debido a la construcción de cuerpos extraños que rompen la armonía natural del cuerpo humano mediante diversos tratamientos quirúrgicos; despojando al cuerpo humano de su individualidad y construyendo personas con una fisionomía clonada. ¿Estamos ante un nuevo tipo de género Homo denominado Homo cyborg? ¿La cirugía transforma el cuerpo humano en un cuerpo de plástico con apariencia de inerte? ¿Cuándo la libertad de decidir sobre nuestro cuerpo se convierte en contra del individuo?¿Dónde está el límite para no perder la individualidad de nuestro cuerpo?¿ Hasta dónde llega la ética del cirujano que realiza ciertas prácticas estéticas? Desde luego, el debate está abierto en nuestra sociedad cada día más plastificada.

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