Los nietos de judíos expulsados de sus hogares rusos, los de los chinos cuyos abuelos sufrieron las represalias de la Revolución Cultural, los hijos de refugiados africanos huyendo de genocidios étnicos, hijos y nietos de personas alcohólicas o que sufrieron abusos físicos o psicológicos durante su crecimiento, todos ellos tienen historiales familiares traumáticos.

Pero más allá de recibir culturalmente solo las historias traumáticas de sus antecesores, es posible que también las hayan heredado molecularmente. No solo cargando con recuerdos sino también arrastrando consigo heridas moleculares adheridas a su ADN y, con ello, problemas psicológicos u otras patologías.

Una persona además de heredar los ojos de su abuela puede así presentar una mayor predisposición a la depresión causada por una experiencia traumática que la abuela sufrió durante su crecimiento.

Pero al mismo tiempo puede presentar una mayor tendencia al optimismo o fortaleza de decisión, si sus antecesores gozaron de una buena vida. Estas son las conclusiones que se pueden sacar de estudios de epigenética conductual que se han llevado a cabo en los últimos años.

La epigenética es el estudio de todos aquellos procesos químicos que modifican la actividad del ADN pero sin alterar su secuencia.

Es un campo relativamente reciente que explica la base molecular que regula la expresión de nuestros genes, dotando así de un mecanismo a la concepción ya existente de que los humanos y el resto de organismos no sólo somos lo que está escrito en nuestros genes, sino en la interacción de los mismos con el ambiente durante nuestro desarrollo.

Y lo que resulta más apasionante en la epigenética, es que el fenómeno se puede extender y transmitir de una generación a otra. Implica la herencia de información que originalmente no es estrictamente genética, y por tanto la herencia de caracteres adquiridos durante la vida del predecesor.

El mecanismo epigenético mejor conocido es la metilación del ADN.

Es decir, la adhesión de un grupo metilo a la bases de citosina de fragmentos de ADN. Un alto grado de metilación suele asociarse con la no expresión de los genes, y la metilación tiene lugar como reacción a diferentes condiciones ambientales, como la temperatura, la dieta, la presencia de sustancias químicas, etc..3

Si bien los primeros estudios se centraron en los efectos de la dieta y las sustancias químicas como agentes que alteran los niveles de metilación, y por tanto la expresión de diferentes genes, nuevos estudios apuntan a como los cambios epigenéticos sufridos en el ADN de las neuronas de un individuo, como producto de sus experiencias personales, pueden alterar la personalidad del individuo, e incluso la de sus descendientes.

Esta línea de investigación traza conexiones psicológicas que se heredan de una generación a otra, y que puede manifestarse en patologías en individuos sin apariencia alguna.

¿Por qué unos individuos son optimistas y otros pesimistas? Si bien los traumas parecen poder transmitirse molecularmente de una generación a otra, nuestra visión de la herencia genética ha cambiado totalmente, y al igual que podemos acarrear toda una serie de información de nuestras generaciones pasadas, conociendo los mecanismos, es posible deshacerse de los mismos y purgar así el “historial familiar”.

En una serie de experimentos Meaney y Szyf demostraron como la conducta maternal de una serie de ratas modificaba los niveles de metilación de sus crías. Las crías de madres que constantemente atendían a sus recién nacidos presentaban menos metilaciones que las de las crías de madres que apenas prestaban atención a las mismas.

Para corroborar que los niveles no eran un simple efecto genético, intercambiaron crías de ambos tipos de madres, y comprobaron que los niveles de metilación no dependían de la herencia genética de la madre, sino de la conducta maternal de la madre biológica o adoptiva a la que habían sido expuestos las mismas.

Pero el tipo de conducta maternal no solo afectó a sus niveles de metilación, sino también sus conductas: siendo más calmadas y valientes las ratas cuidadas por una madre atenta, que las otras. Pero lo más sorprendente fue descubrir, que una inyección en el cerebro de las ratas malcriadas de una droga capaz de deshacer los grupos metilos, hizo desaparecer sus malas conductas, eliminando así los efectos sufridos por su poco atentas madres.

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Y del impacto de la epigenética en el cerebro, y en la conducta de las ratas, pronto se pasó al estudio de los humanos.

Y, así, primero se descubrió que los cerebros de aquellos que habían cometido suicidio presentaban un mayor número de metilaciones que los que habían muerto por otras causas.

La región con mayor índice de metilación resultó ser el hipocampo, un área cerebral normalmente asociada con la adquisición de la memoria y el estrés. La metilación era mucho mayor en aquellas personas que habían sufrido abusos durante su infancia (artículo completo para mayor información).

Estos estudios crean nuevos puentes entre la biología molecular y evolutiva, con la psicología y la psiquiatría.

¿Por qué una persona con una mala experiencia durante su crecimiento, no puede continuar con su vida normal, simplemente alejándose de sus padres?

La respuesta quizás se encuentre en la epigenética, en que esas experiencias de la infancia han quedado grabadas químicamente en sus cerebros y eso afecta a su personalidad todo y mantener la distancia con sus parientes.

Así pues, estar expuesto en la infancia a situaciones de estrés altera las futuras capacidades del individuo de aprender, de no ser miedoso, positivo, su carácter en general, y eso abre un nuevo campo en la industria farmacéutica, con la investigación y desarrollo de drogas y productos capaces de invertir las metilaciones originadas en el pasado.

Donde la medicación psiquiátrica no funciona hoy en día para solucionar problemas post-traumáticos, podrían algún día funcionar los tratamientos epigenéticos.

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La habilidad de estos cambios de transmitirse por generaciones sigue siendo objeto de estudio y debate en el mundo científico.

¿Los neonatos son individuos “puros” sin experiencias, o acarrean desde un principio con metilaciones transmitidas por los progenitores? En plantas y otros organismos la transmisión epigenética de una generación a otra ha sido probada.

Experimentos de reciente publicación con ratones demuestran que la personalidad, las filias y fobias de los individuos están relacionadas con depresiones sufridas por los padres, incluso cuando no han sido estos los que los han criado y por tanto no han estado expuestos a su influencia negativa.

En humanos, de momento se han demostrado sus efectos en la conducta y personalidad, fruto de las experiencias propias, del ambiente en el que se han desarrollado y crecido. Pero quizás las similitudes de personalidad entre familiares no sean una simple consecuencia de la herencia genética “clásica” sino fruto de una transmisión epigenética, y con una medicación adecuada sea posible borrar del álbum familiar aquellos rasgos traumáticos que se transmiten de una generación a otra generación.

La teoría psicogenealógica expresada por Alejandro Jodorowsky, y hasta ahora considerada una pseudociencia o pura ciencia ficción, de que la psique del individuo está “poseída” por su árbol genealógico quizás sea un día considerada seriamente a la luz de los nuevos descubrimientos en la epigenética cerebral y conductual.

La profesora de psiquiatría y neurociencias Rachel Yehuda ha observado que las mujeres embarazadas que fueron expuestas directamente a los eventos de las Torres Gemelas del 9/11 en Nueva York han transmitido biológicamente síntomas de estrés post-traumático (artículo completo), algo que el mismo equipo de investigación también ha observado en hijos de veteranos excombatientes e incluso en los hoy adultos hijos de aquellos que sobrevivieron al holocausto nazi.

La detección en todos estos casos de genes inhibidos por procesos epigenéticos, algunos de hechos asociados con el hipocampos, la región cerebral esencial para la formación de memoria y aprendizaje, refuerzan la idea de que la colaboración entre campos científicos es necesaria, que la psicología, la psiquiatría y la biología genética y conductual tienen que mucho que aprender las unas de las otras.

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