¿Ha llegado el momento de cambiar el método científico?

Desde el origen de nuestra capacidad cognoscitiva el ser humano ha pretendido conocer las leyes que rigen la naturaleza (a nivel local) y el universo (a mayor escala) por motivos distintos, en un primer lugar, conocer y entender los principios de funcionamiento de aquello que tenemos en “nuestra casa” (seres vivos, mareas, clima,..). En un segundo momento contar con la capacidad de predecir fenómenos en base a nuestro conocimiento previo. Por último, aplicar  ese conocimiento a la creación de nuevos elementos (estructuras, máquinas, plantas, tejidos vivos, vacunas, fármacos…) que puedan sernos de utilidad.

INVESTIGADOR

Sin embargo, en todo momento y lugar, la metafísica ha estado sobrevolando el trabajo de los investigadores ya que había que dotar de esqueleto a ese músculo investigador ordenando en principios la labor del científico. Fue Aristóteles uno de los más activos en dejar constancia de la búsqueda de una explicación racional que permitiera justificar el funcionamiento del mundo que nos rodea en un conato de empirismo.

Ya en el siglo XVII se pensaba que era posible hallar un método estándar que permitiera resolver la totalidad de los problemas de carácter científico cosa inaudita en nuestros días. Descartes, matemático, físico y filósofo francés ya habló de la duda metódica creando tres niveles de duda que habrían de ser causa de desestimación de una teoría. Inmanuel  Kant, un baluarte de la estética transcendental, concluyó la existencia de una frontera cierta entre ciencia y metafísica, la experiencia, aceptando que se pueden establecer verdades a priori para aplicarlas a otro campo de conocimiento en la medida en que su ciencia tenga una causa inicial preexistente. Francis Bacon propuso una nueva lógica basada en la experimentación para lograr “dominar la naturaleza a través del obrar” y ello dio pie a  John Stuart Mill, a formular la teoría de los “cinco métodos” donde se formaliza el proceso de inducción planteándolo como una búsqueda de causas y razones.

Partiendo del inductivismo, sólo deberían aceptarse proposiciones que describan hechos o proposiciones que sean derivadas de hechos creándose dos tipos de descubrimientos científicos, los que describen los hechos dados y los que se derivan de ellos. Se pueden concluir, pues, que la cadena observación cosmológica-leyes de orbitación de Keppler-leyes planetarias de Newton podría ser un ejemplo claro de aplicación del método científico.

Y es aquí donde aparece Henri Poincaré con su teoría del convencionalismo. Este matemático, físico y filósofo quedó impactado ante la ruptura que supuso el estudio de las geometrías no euclídeas que rompió de facto la teoría kantiana sobre la posibilidad de conocer a priori la verdadera estructura del espacio. Ambos tipos de sistemas geométricos, el euclídeo o los no euclídeos, eran viables, coherentes,  con idéntica legitimidad lógica y procedimental. Esto le llevó a decir de los axiomas matemáticos que no eran “ni intuiciones sintéticas a priori ni hechos experimentados, son convenciones”. Así comenzó una nueva forma de abordar la geometría y la mecánica newtoniana ya que, sus axiomas, no son verdades a priori ni experimentales aunque hayan sido sugeridas por la experiencia y futuras observaciones y experimentos no podrán invalidarlas (pues parten del convenio, no de ser verdad).

Y en esta carrera evolutiva del método llegamos al falsacionismo de Karl Popper quien aceptó que es posible acordar las teorías y las observaciones y sentó las bases que desgajarían la ciencia de la seudociencia. La falsación consiste en aceptar que una teoría determinada sólo puede considerarse científica si su estructura admite la refutación. Sería como decir que las teorías evolucionan por medio de análisis, experimentos, observaciones más precisas…, y aquéllas que más resistan este proceso tendrán un carácter de mayor transcendencia.

Actualmente la teoría filosófica apunta hacia la comprensión del cambio en las teorías más que al proceso de lógica formal y un proyecto investigador se considera en progresión mientras continúe prediciendo hechos nuevos.

Ahora bien, vayamos a un nuevo cambio de paradigma, la astrofísica. Desde la década de los setenta se viene trabajando con una teoría, ciertamente compleja, basada en sustituir partículas elementales por una suerte de cuerdas de tamaño infinitesimal que permiten describir la ley de la gravedad y el universo cuántico de una forma nueva y conciliadora. El problema viene en el rango de magnitud de la energía que se requeriría para hacer saltar de las pizarras al laboratorio esta teoría pues no hay tecnología (ni se prevé en breve) capaz de conseguirla. Aún así David Gross, físico teórico en California y nobel en 2004, defiende que esta teoría es comprobable potencialmente y, por ello, perfectamente científica, además, no había alternativas sólidas a su planteamiento lo que, siguiendo el razonamiento de Popper, la hace, aún, más trascendente. Sin embargo se presenta una nube en este horizonte de concordia. Por un lado, la teoría de cuerdas empieza a usar campos matemáticos de estadística bayesiana que se acercan a la probabilidad de predicciones ciertas (¿nos movemos en las aguas procelosas de la especulación?) en detrimento de los datos reales y, por otro, aparecen nuevas teorías alternativas como la gravedad cuántica de bucles que defiende el teórico Carlo Rovelli se postulan como opciones válidas. He aquí el debate abierto. ¿Sería la teoría de cuerdas una mera seudociencia que viene trabajándose con las mentes más brillantes de la física y la matemática desde hace 40 años? ¿Acaso es posible definir una nueva frontera entre ciencia y estudios seudocientíficos para nuevas vías de investigación como la topología matemática y los campos de las altas energías donde la experimentación es inviable y la manipulación teórica, hoy por hoy, es la única alternativa?

La filosofía ha sido considerada durante largo tiempo como una mera observadora entre la teología y la ciencia, sin acumular el dogma de la primera y carente del rigor de la segunda, como si de un analista de hechos pasados se tratara. Tiene la oportunidad, ahora, de evolucionar y adaptar el método científico a la realidad de los tiempos que corren. Veremos si acepta el reto o si se queda como el acompañante criticón que todos dan de lado en las conversaciones.

Autor: Francisco Javier Luque. @fdetsocial

Co-fundador del blog divulgativo de FdeT  

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