“La razón por la que pinto de este modo es porque quiero ser una máquina”, sostenía Andy Warhol, una de las figuras más destacadas del movimiento pop art. Una de sus obras más emblemáticas fue la que dedicó a Marilyn Monroe. Sirviéndose de un retrato de Marilyn perteneciente a su película Niágara, ideó una serigrafía en la cual se repetía la imagen de la estrella cambiando los colores de la composición, generalmente colores muy vivos que no se correspondían con la realidad.
Pero así era Warhol. Necesitaba que su arte impactara en el público y que, además, fuera un arte de masas casi producido de manera industrial. Imágenes como reclamos iconográficos de la sociedad de consumo, eliminando cualquier traza de la mano del artista en la obra.
Imaginemos ahora que un hipotético día, hubieran invitado a Warhol a visitar un observatorio para, a través de su telescopio, observar el Sol. Posiblemente, lo hubiera representado utilizando la técnica del retrato de Marilyn: imágenes repetidas utilizando colores diferentes y alejados de la realidad. Un aspecto similar presentan las imágenes que obtiene SOHO (SOlar Heliospheric Observatory), una sonda espacial lanzada en diciembre de 1995 y que constituye la principal fuente de datos del Sol en tiempo real.
¿Y por qué estos colores tan fantasiosos (rojo, azul, verde) cuando el Sol se nos muestra como una esfera de un amarillo intenso? La razón es que SOHO es capaz de ofrecernos imágenes del Sol captando radiaciones de frecuencias que son invisibles para nuestros ojos, como la ultravioleta.
Después de todo, parece que las tendencias de Andy Warhol siguen estando de moda, al menos en esta manera de mirar el universo.