A partir de nuestro anterior post, y tal como se ha establecido desde los diferentes estudios sobre la pre e historia del cine (y en especial, científico), además del trabajo científico dedicado a la persistencia de la visión o persistencia retiniana, otro proceso a tener en cuenta en el nacimiento a las imágenes en movimiento en el siglo XIX, es el de:
- La cronofotografía
Gracias al inicio y desarrollo de la fotografía con sus técnicas y procedimientos, instrumentos y soportes, de registro, impresión y proyección durante todo el siglo XIX, diversos científicos, desde la década de los años 1870, como el fisiologo francés Etienne-Jules Marey (1830-1904) y el fotografo norteamericano Eadweard Muybridge (1830-1904) permiten que se utilicen instantáneas fotográficas para descomponer el movimiento o desplazamiento de los objetos y seres vivos. Al separar, mediante la congelación, analizando poses sucesivas de sus modelos, los científicos pueden capturar al detalle las diferentes fases del movimiento, y a través de la interrelación lineal de estas imágenes, se puede lograr la percepción espacio-temporal del movimiento.
Y así surgió la cronofotografía cuya técnica permite registrar en cierto lapso de tiempo, y a intervalos regulares, una serie de fotografías fijas que descomponen el movimiento de los objetos o seres vivos (personas y animales) para estudiarlo. La sincronización de los cierres de obturación de la cámara que registra el movimiento del objeto o sujeto desplazandose, permite que sobre la superficie sensible de una película fotográfica, pudieron realizarse trabajos celebres como aquellas investigaciones científicas, que recuperan trabajos, técnicas y dispositivos como los del revólver astronómico de Pierre Jules Janssen, astrónomo francés y reconocido investigador del espectro de la luz solar durante un eclipse en 1874 quien lo implementó para registrar el movimiento de los planetas, y en especial, el estudio del tránsito de Venus.
El revólver astronómico fue el primer instrumento cronofotográfico que en el siglo XIX, para superar las observaciones astrónomicas a través de un telescopio y así contrarrestar su pequeña recepción lumínica y permitir el aumento de la imagen. Este revolver utilizaba dos discos y una placa sensible, el primero con doce orificios (obturador) y el segundo con uno solo, sobre la placa. El primero daba un giro completo cada 18 segundos, de modo que cada vez que una ventana del obturador pasaba delante de la ventana del segundo disco (fijo), la placa sensible se descubría en la porción correspondiente de su superficie, formándose una imagen. Para que las imágenes no se superpusieran, la placa sensible giraba con un cuarto de la velocidad del obturador. El tiempo de exposición era de un segundo y medio. Un espejo en el exterior del aparato reflejaba el movimiento del planeta hacia la lente que estaba localizada en el barril de este revólver fotográfico, basado en el popular revólver Colt que contenía varias balas para ser disparadas una tras otra.
Sin embargo, y a pesar de todos los esfuerzos en la mejora de las técnicas fotográficas, el revólver de Janssen no obtuvo los resultados esperados para el tránsito de Venus de 1874. Las imágenes que produjo eran difusas y distorsionadas, de modo que un observador terminaba siendo más preciso en sus mediciones.
Aún cuando para la astronomía, este dispositivo óptico no se consideró en un primer momento, un trabajo fundamental para las observación de los planetas, su gran aporte inmediato fue el desarrollo del fusil fotográfico de Etienne-Jules Marey,
Y sobre todo, la aparición de las que son quizá las imágenes más simbólicas de la época del pre-cine: el galope del caballo en movimiento (Animal locomotion) de Eadweard Muybridge cuyas fotos mediante el zoopraxiscopio se publicaron por primera vez en 1878-79 en Filadelfia.
https://www.youtube.com/watch?v=Lm1iVbYns3Q
Estas imágenes fueron una prueba indiscutible y la respuesta a una cuestión recurrente que no sólo permitió generar las fotografías, sino que les dio el valor a su representación visual: ¿era posible que un caballo al galope pudiera permanecer momentáneamente con un sólo casco apoyado en el suelo?
https://www.youtube.com/watch?v=saWIaI3MrgM
Los trabajos de Muybridge entre 1878 y 1881 inician con la descomposición del galope de un caballo en veinticuatro fotografías, marcando así el próximo nacimiento del cine, ya que la etapa de la descomposición fotográfica del movimiento era una realidad, y sólo faltaba conseguir la síntesis del movimiento, mediante la proyección sucesiva de dichas fotografías sobre una pantalla.
En realidad, si por un lado, Marey pudo demostrar que aunque el ojo humano no logre verlo, el caballo tendría durante un instante de su galope las cuatro patas en el aire, el estudio del galope del caballo también permitió que Muybridge pudiera experimentar durante esos años, técnicas cronofotográficas del movimiento de los seres vivos (humanos y animales) sobre placas sensibles, y lograr, por ejemplo, instalar a lo largo de toda una pista de carreras, 24 cámaras fotográficas con su correspondiente operador cada una.
En 1888, él pudo mostrar a Thomas Alva Edison y a William K.L. Dickson, inventores del fonógrafo, sus técnicas con el fin de valorar la posibilidad de combinar ambos inventos y así mostrar imágenes sonoras. Ya en 1889 y 1890, tanto Edison como Marey respectivamente, suplantan en el campo de la cronofotografía, la cinta de papel por la recien innovación estadounidense de tiras fotográficas de celuloide emulsionada resistente de alta velocidad (Goodwin, Hannibal y Eastman, George), la cual ofrecía poco tiempo para su impresión; e inclusó se adopta ya un ancho de película de 35 milímetros, con perforaciones para el arrastre. El uso de las perforaciones para controlar el pase de película será uno de sus más grandes aciertos, que se utiliza en los rollos de película para dar nacimiento al film cinematográfico.
De un reportaje editado en el Diario de Burgos el 12 de Abril de 2015
El lugar escogido era céntrico: un amplio espacio en los bajos que había ocupado el vetusto Hotel Rusia, en la Carrera de San Jerónimo, corazón de Madrid. El emisario de los hermanos Lumière, Jean Alexandre Louis Promio, tenía todo bien dispuesto cuando recibió a aquellos pocos privilegiados, invitados especiales y periodistas, que iban a asistir a la primera proyección del cinematógrafo en España. Entre ellos había un hombre enlutado, vestido con sotana y tocado con un bonete. Era un hermano paúl, de rostro bonachón y expresión inteligente, que asistió fascinado -que no sorprendido- a la gala. Era el 13 de mayo de 1896. El religioso se llamaba Mariano Díez Tobar y era natural de Tardajos. Un burgalés eminente, erudito, estudioso de las ciencias y las matemáticas, curioso y emprendedor. Y con alma inventora. Un año antes, en marzo de 1895, había sabido por los periódicos que en Francia unos hermanos apellidados Lumière habían patentado y mostrado al mundo un artilugio denominado cinematógrafo, una máquina capaz de filmar y proyectar imágenes en movimiento.
¿Pensaría nuestro hombre con amargura en el encuentro que, años atrás, había mantenido en Bilbao con un representante de estos empresarios franceses después de una de las veladas científico-literarias en las que solía participar el religioso burgalés? ¿Le mordería en la conciencia haber departido con éste sobre el tema de su conferencia ‘El Cinematógrafo. Descripción del aparato por el que las imágenes de las personas, lo mismo que las demás cosas, sea que en el acto existan, sea que ya no existan, aparezcan el vivo y como si fueran la realidad, con sus colores, movimientos ante nuestra vista’? ¿Y se arrepentiría el sabio burgalés de haber entregado al señor Flamereau sus apuntes y notas sobre ese artilugio a la conclusión de la charla?
Quizás halló consuelo en sus sueños, aquellos que había urdido en la soledad de su celda, durante los largos días de estudio, cuando vio en la oscuridad de la sala a aquellos obreros saliendo de una fábrica. Seguro que no se sobresaltó como otros invitados porque él sabía que aquel artefacto, que parecía cosa de brujería, era posible. Mariano Díez Tobar, nacido en 1868, fue un gran inventor.
Aunque olvidado, su nombre debería constar con letras de oro en la historia de los inicios del cine, de cuya primera proyección se cumplen ahora 120 años. Hijo de labradores tardajeños, Mariano fue un niño aplicado, que destacó muy pronto por su inteligencia y brillantez.
Como tantos niños de su época, se formó con religiosos.En 1882 ingresó en el Seminario de Sigüenza, primero, y en el que la congregación de los hermanos paúles tenían en Madrid, después, donde hizo los votos en 1886. Como cuenta su biógrafo, el padre Mitxel Olabuenaga, «sus años de estudiante fueron aprovechados, sintiendo inclinación especial por las ciencias físicas y matemáticas». En 1890 fue enviado al colegio de Murguía, en Álava. Continuó estudiando hasta convertirse, a tan pronta edad, en un sabio.
Así lo recordaría años después uno de sus compañeros: «He conocido pocas sabidurías tan hondas, eruditas y completas como la suya, enciclopédica si las hay. La tenía muy sistematizada, pero su sistema era un poco caótico y confuso. Lo que el mostraba principalmente era erudición en las variadas disciplina, antiguas y modernas, vivía al día en la filosofía y en las ciencias positivas y, sin embargo, poseía la erudición clásica como un sabio del renacimiento. La historia griega, alejandrina y bizantina de la ciencia la poseía como no se encuentra más que en algún sabio alemán».
El cinematógrafo. Su fama trascendió los muros del colegio alavés, como señala Olabuenaga: «Sus conocimientos en las ciencias positivas le dieron a conocer a los profesores de los Institutos en donde tenían que examinarse los alumnos del Colegio, siendo admirado y aun consultado por algunos de ellos. Enfrascado en sus estudios seguía con afán los adelantos de las ciencias. Sus atinadas reflexiones basadas en profundos conocimientos eran escuchadas con vivo interés». No exagera, a tenor de una de las noticias que, en aquella década de los 90, recogió la revista Mundo Científico, donde en una nota en la que se informaba de una conferencia del religioso burgalés se puede leer: «El conferenciante autoriza con absoluto desinterés a cualquiera de los asistentes (o lectores) para que lleven a la práctica cualquiera de las ideas o conceptos que se encuentren nuevos en sus conferencias. De una de ellas ha salido el cinematógrafo. El ingeniero francés A.F. asistió en 1889 a la conferencia del Cinematógrafo, e inmediatamente mandó construir en París el aparato. Lumière fue el que hizo las películas… De donde resulta que la cuna del Cinematógrafo no es Francia, ni los Estados Unidos, sino España».
Aquel encuentro con Flamereau fue en Bilbao, según recoge Olabuenaga. Charlaron, según el biógrafo del padre paúl, «de lo que entonces constituía el problema industrial de la fotografía, de las fabulosas ganancias que había de acrecentar la fortuna de los explotadores una vez dada la ansiada solución a la ‘cronofotografía’. Hablaron de la sucesión de las fotografías, no con movimiento continuo, sino con intermitencias o intervalos de reposo, para que, aprovechando la inercia de la retina, quedase tiempo para sucederse unas a otras y producir así la ilusión de movimiento». Se sabe que el burgalés entregó sus apuntes al francés. Y poco más, salvo que Mariano Díez Tobar fue, años después, «el reconocimiento y la gratitud» de los Lumière, que le invitaron a la primera proyección del cinematógrafo en España.
Más inventos. En Murguía continuó sus estudios y desarrolló más inventos, como el icocinéfono, la aplicación fácil del fonógrafo al cinematógrafo. «Pero nos hemos quedado sin conocer las ideas sobre el icocinéfono por haberlas él destruido o entregado a algún aprovechado», señala Olabuenaga. Trasladado al colegio de Villafranca del Bierzo, en León, Mariano Díez Tobar todavía idearía nuevas creaciones nacidas de su ingenio: una máquina que sacaba de los sonidos armonías; un aparato para conservar el vino; un reloj cuya cuerda era la propia voz del hombre y que duró diez años; un reloj sin cuerdas pero con esfera y que marcaba las horas y minutos no a saltos como los demás relojes, sino de un modo continuo; el iconotelescopio o iconoscopio, que resolvía el problema de ver las imágenes a distancia y que constaba de transmisor (cámara oscura cuyo fondo está formado por una lámina delgada de sulfuro de antimonio y plomo…), receptor (otra cámara obscura cuyo fondo está formado por un cristal blanco…) y regulador sincrónico; y el logautógrafo. «Parte del principio de que es físicamente posible valerse de la energía de la palabra-sonido, para dejarla impresa en el papel. La máquina constará de varios resonadores, tantos cuantos sonidos queremos aprovechar en nuestro lenguaje. Parece ser que, en vida del padre Díez, alguna casa constructora trabajó sobre él y su aplicación a las máquinas de escribir». Mariano Díez Tobar falleció en Madrid en 1926.
Más allá de que sea un reportaje editado en el Diario de Burgos el 12 de Abril de 2015, ¿podemos tener las referencias o fuentes documentales sobre este pionero del cinematográfico e imágenes ilustrativas al respecto? Gracias… nosotros haremos nuestra búsqueda.