Placas solares fotovoltaicas sobre cesped verde.

Las placas solares son esa eterna promesa en la que invertir para salvar el planeta y (de paso) nuestr@ _____ (insertar aquí paíseconomía doméstica, dependencia energética). Pero… ¿Realmente valen la pena? ¿Y para quién: para el que las instala, para nuestro bolsillo o para el planeta? ¿Son realmente ecológicas, es decir, tan verdes?”

La rentabilidad económica

Efectivamente, las placas solares en su versión fotovoltaica (es decir, las que producen electricidad directamente de la energía del sol) permiten producir electricidad para redes desconectadas de la red central (como un poblado en medio de la selva en África… o en España) tan sólo a partir de la luz solar. Sí, nada de transportar gas (el butano para mi abuela), gasolina y nada de grandes cables en medio del bosque para conectarnos a la red central. Una placa solar y la lavadora funcionará. Por supuesto, esto acaba suponiendo un ahorro económico.

La manera más fácil de verlo es la siguiente: si tú gastas 500 euros al año en electricidad y la placa solar que te va a dar toda la electricidad que necesitas cuesta 5000 euros, eso significa que a partir del año número diez, y hasta que la placa deje de funcionar, no estarás pagando nada de electricidad. De una manera bastante más precisa, teniendo en cuenta factores como el coste de instalación y el encarecimiento de la electricidad, se calcula el “periodo medio de amortización”, que no es otra cosa que la respuesta a la pregunta “¿pero hijo, en cuanto tiempo empezaré a ahorrar?”, actualmente se sitúa entre los 5 y los 10 años.

¿Cuánto contaminan las placas solares?

Queda claro, pues, que las placas fotovoltaicas tienen ventajas prácticas y económicas. ¿A qué viene entonces el título de la entrada? Bien: ¿Qué pasaría si os dijera que las placas solares quizás no ayudan en la lucha contra el cambio climático? ¿Dicho de otra manera, que las placas solares contaminan (y mucho!)?

Ante todo, que quede claro que hay varios tipos de placas solares fotovoltaicas y que hay tantas maneras de fabricarlas como fabricantes. Pero, si nos centramos en las placas solares fotovoltaicas basadas en silicio (que representan más del 90% de las placas fotovoltaicas instaladas) y en cómo se fabrican, podemos entender que no siempre tener placas solares nos hace más “verdes”. Para fabricar una placa solar basada en silicio hay que:

  • Extraer cuarzo de las minas (exponiendo a los mineros a una enfermedad que nos acecha desde hace siglos, la silicosis)
  • Convertir el cuarzo en polisilicio (para lo que hacen falta hornos industriales con temperaturas estratosféricas) y utilizar tetracloruro de silicio (una de las pocas substancias químicas que es tan mala como sugiere su nombre). Ya se ha demostrado que es un proceso que, cuando no se hace con cuidado y se recicla, contamina y mata.
  • Purificar el polisilicio, elevandolo a temperaturas enormes (si quieres silicio muy puro y regular hay que elevarlo a 1400 grados) hasta 3 veces seguidas  y utilizando otros químicos no menos peligrosos.

Y todo esto SÓLO para obtener el material. Este ha de ser cortado, procesado, montado, enviado (lo cual es relevante si se produce en China y lo queremos para nuestro bonito tejado en la otra punta del planeta) e instalado.

La rentabilidad energética: ¿Son realmente «verdes»?

Ya os podéis imaginar por dónde van los tiros. Puesto que elevar un sólido a estas temperaturas requiere mucha energía, y ya que los productos utilizados para purificar el silicio no son muy verdes, ¿realmente  compensa el CO2 que nos ahorra producir electricidad a partir de placas fotovoltaicas?

Pues bien, para responder a esta pregunta existe un concepto llamado «tiempo de retorno energético» (Energy Payback Time en Inglés, hay varias traducciones admitidas). Un tiempo de retorno de 1 año significa que, al cabo de un año funcionando con una eficiencia media, la placa habrá generado la energía que se requirió para fabricarla.

Y resulta que, sorpresa sorpresa, los cálculos dicen que el tiempo de retorno energético más pesimista es de 3 años para el año 2011 (ahora probablemente sea menos). Teniendo en cuenta que la vida útil de las instalaciones ronda los 30 años, eso son 25 años de ahorro energético. Si instalais una placa fotovoltaica mañana, vuestro bolsillo empezará a agradecerlo dentro de 5-10 años y vuestro planeta dentro de sólo 3, por no hablar de la economia de vuestro país si este tiene dependencia energética.

De la misma manera que se suele decir que ganar dinero cuesta dinero, podemos decir que PRODUCIR ENERGÍA CUESTA ENERGÍA. Mientras cueste menos que la energía que se produce y mientras se tenga cuidado con las sustancias utilizadas, las placas solares fotovoltaicas (las que producen electricidad directamente) no solo son rentables economicamente (y muy prácticas), si no también verdes.

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