Entre los libros de papel, esos que acumulan polvo a lo largo de los años y provocan chispas en la mente, habita un acertijo en forma de pregunta: ¿Qué pasaría si un rayo infaliblemente destructor incidiera sobre una roca o planeta indestructible? Ya la hemos liado.
La respuesta del autor y filósofo, Raymond Smullyan, se basa en demostrar que es una situación paradójica. Por tanto, la existencia de uno imposibilita la existencia del otro. Recuerdo ¿Cómo se llama este libro?, donde puedes encontrar el desenlace más desarrollado, pero no te diré su nombre dos veces o sí.
No obstante, hay otra posibilidad en la que pueden existir ambos y la encontramos en el cine. Ese rayo, que podría ser emitido por la Estrella de la Muerte de Star Wars, podría haber incidido con el malo de Terminator II. ¿Qué sucedería? Que entraría en juego la variable tiempo. Si el planeta estuviese hecho de ese material líquido “autorreconstructible”, se haría añicos y luego se volvería a unir y, de ese modo, mantendría su reputación de indestructible…
La verdad es que los límites tienen una fuerte componente mental que debemos superar o ignorar. Para mí el papel de la fantasía es crucial en estos casos. Ella permite imaginar paradojas cuando todo parece imposible. Luego descubrimos que falta una variable en el enunciado o que hemos cometido otro tipo de error aplastante.
La ciencia, junto con las matemáticas, han demostrado, con toda la lógica a su favor, que el cambio climático es irreversible (ver IPCC). Ello significa que debemos hacer uso de la fantasía. Debemos luchar y no rendirnos. Solo es cuestión de más trabajo, más esfuerzo, más imaginación… y no de dar portazo.
Este planeta que habita en un desierto de semejantes merece que arriesguemos nuestro empeño, esfuerzo y dinero para salvarlo. Más adelante, descubriremos donde cometimos el error que nos condenaba aparentemente. Los teoremas son para siempre como dice Eduardo Sáenz, pero a veces los aplicamos mal y, esta vez, sería una suerte.